No me retengas (Noli Me Tangere), de Fra Angelico
Fra Angelico, Noli me tangere (No me sujetes), 180 X 146 cms., fresco, Convento de San Marcos, Florencia, hacia 1435.
He visto al Señor!
El domingo María Magdalena se fue al sepulcro por la mañana, cuando aún estaba oscuro, y vio que la piedra había sido sacada de la entrada del sepulcro. (…) María se quedó allí en el sepulcro, fuera, llorando. (…) Se giró y vio a Jesús allí de pie, pero no lo reconoció. Jesús le dijo: “Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?”. Ella, pensando que era el hortelano, le contestó: “Si te lo has llevado tú, dime donde lo has puesto, y me lo llevaré”. Le dice Jesús: “María!”. Ella se giró y le dijo: “Rabuni!”, es decir, “Maestro!”. Jesús le dice: “Déjame. Aún no he subido al Padre, pero ves a encontrar a mis hermanos y diles: Subo a mi Padre, que es también vuestro Padre, a mi Dios que es también vuestro Dios”. María Magdalena fue a encontrar a los discípulos y les anunció que había visto al Señor y que le había dicho esto.
Jn 20,1.11.14-18
Hay un jardín cercado, con muchos y diferentes árboles al fondo, y hierbas y flores, lleno de vida; la luz es blanca, y toda la imagen es serena; en primer término hay, a la izquierda, la entrada rectangular de la tumba, excavada en la roca, bien negra; su diseño cuadrangular hace referencia a la vida humana, que tiene lugar entre los cuatro Elementos del mundo, que lo componían según los Antiguos (Tierra, Aire, Agua y Fuego); en medio está María Magdalena, tiene una aura alrededor de la cabeza, la rodilla en tierra, quieta, llevando las manos al Señor, muy pendiente de Él, a la derecha; María busca a su Señor, como la mujer del Cantar de los Cantares busca al hombre que quiere, y cuando lo encuentra, lo coge y no lo suelta (3,1-4): Encuentro el amor de mi alma. Lo he agarrado y no lo dejaba; su actitud es la de la comunidad mesiánica buscando a Jesús. Él la mira y se mueve alejándose, como se ve por la posición de Sus pies, con las marcas de los clavos, y el vuelo de la ropa, blanca; se carga una azada, como un hortelano, y lleva la cruz en el aura. La condición de hortelano puede ser una referencia a otro jardín, el Paraíso, que el primer Adán cultivaba (Gen 2,15), antes del pecado; ahora el último Adán (1Co 15,45) vuelve, en el mundo renovado, a cuidar el Jardín y es Espíritu que da vida. El centro de la obra queda entre las manos de los dos, una queriendo sujetarlo, el Otro haciendo un gesto de desistimiento y, con su disposición corporal encarada a la otra parte, alejándose.
Hay una progresión, desde la tumba vacía y oscura, tan bien definida (muerte), pasando por María Magdalena, hasta el Señor resucitado, tan blanco, el color de las apariciones de la Resurrección y de la Victoria (vida), y con las marcas de los clavos y la cruz en el aura (pasión), que le habla y, a la vez, se aleja, subiendo al Padre.
María reconoce la voz del Buen Pastor, que la ha llamado por su nombre (Jn 10,3). Ella manifiesta su afecto por Jesús sujetándolo, sin saber que Su existencia ha cambiado; ya no está en el Mundo como hasta entonces, sino de una manera nueva, enviando Su Espíritu desde el Padre, adonde ha de ir (por la Ascensión), renovando la relación con los suyos.
Jesús diferencia Su filiación de Dios de aquella de los discípulos, hijos adoptados aunque realmente hijos de Dios (1Jn 3,1); sus palabras recuerdan el diálogo entre Noemi y Rut (Rt 1,16: Tu Dios será mi Dios), cuando ésta decide quedarse en Israel. El lenguaje usado es contractual (como en Lev. 26,12) porque ahora se establece un nuevo pacto con un nuevo pueblo: Yo seré vuestro Dios, y para mi vosotros seréis mi pueblo.
La aparición termina cuando María, la primera en hacerlo, anuncia que ha visto al Señor resucitado (el Kyrios), quizás recordando el salmo de la Pasión (22,23): Anunciaré Tu nombre a mis hermanos.
Aquello que Dios ha creado no es destruido sino renovado.
A partir de: Brown, R.E.: El Evangelio según Juan, Nueva York, 1970.