Anástasis, Iglesia de San Salvador de Chora, Constantinopla

Anàstasis (La Resurrección del Señor), fresco, ábside de la Iglesia de San Salvador de Chora, Estambul, aprox. primer tercio del siglo XIV.

Todos en Cristo

Cristo resucitado, vestido de blanco (el color de los vencedores del Apocalipsis, 6:11), irradiando luz, que hace una forma que se abre, como una almendra, también blanca con estrellas, sobre un fondo negro, decididamente, toma del brazo Adán y Eva, arrancándolos de sus sepulcros y devolviéndolos a la vida (Rm 5:12-19). Encima de él está el rótulo que explica lo que se contempla en este icono: Resurrección de Cristo Jesús, en griego.

Está entre dos rocas, como si un terremoto hubiera fracturado la montaña, donde estarían puestas las puertas rotas que tiene bajo sus pies.

A los lados, un grupo de Santos, la Iglesia del Cielo, a la derecha de Cristo, asiste a su acción poderosa (Rm. 6:9); a su izquierda hay otros, representando a la Iglesia del Mundo, la nuestra. A los pies de El Salvador están, sacadas de su marco, arrojadas al suelo e inútiles, las puertas del reino de la Muerte; también clavos, candados, cadenas y cerrojos que cerraban el paso al Universo renovado, todo reventado; el Maligno, presentado como un negro, está atado de pies y manos, en el suelo (1C 15:27, Ps. 109:1). Todo esto manifiesta que en el Cielo y Tierra nuevos, la Muerte ya no existirá (Ap 21:4).

Esta convulsión y quebrantamiento de la roca, el arranque de las puertas y sus cierres, también el contraste entre el negro (color de la Muerte) y el blanco (la vida para siempre de la Resurrección), y el dinamismo poderoso de Cristo, aquella acción poderosa con que él someterá a sí mismo todo el Universo (Fl. 3,21), son los elementos esenciales de esta imagen.

La forma que enmarca a Cristo (mandorla, clipeo, o almendra mística) recuerda aquí, en su forma, un esquema vaginal, o de vulva. Así se manifiesta cómo da a luz (El Universo sufre dolores de parto Rm. 8,22): es la llegada del mundo nuevo del Resucitado. La gradación de colores, fajas del blanco (más exterior) al azul (más al fondo), indica como una profundidad, un venir de adentro hacia afuera, de la muerte a la vida; también este arco tiene la estructura de un paso, de una puerta. Las estrellas predican también la calidad de la luz, son la manifestación más poderosa de ésta, fulgurantes, disipando la tiniebla: Cristo está dando a luz, llevando a la luz a todos los difuntos, y primeramente a Adán y Eva.

Así, Cristo es hombre, como se ve por su aspecto, pero se acompaña de un elemento femenino, el órgano que sirve para dar a luz, llevar al nacimiento, a la Vida. Y los humanos son también hombre y mujer; hay una integración de los dos elementos contrapuestos, masculino y femenino, en el universo renovado, donde no hay contradicción alguna, y todo queda armoniosamente unido y toda división superada: “Todo es en Cristo”.

 

 

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