Natividad, del Monasterio de Sant Joan de les Abadesses
Natividad, parte de un panel de madera tallada, medidas, procedencia, datación y otras circunstancias desconocidas, Museo del Monasterio de Sant Joan de les Abadesses (Ripollès, Gerona).
El Emmanuel es Dios con nosotros
La imagen forma parte de un conjunto mayor, con otros motivos. A la izquierda está la Madre de Dios, en pie, en oración, atenta; lleva una aura circular; de su manto entreabierto sale, como si fuera de su cuerpo, en una expansión, el pañal con el Niño Jesús aún desnudo, con el halo redondo, grabado; está activo, acercándose al pesebre, de formas evidentes, dando bien el efecto de volumen: una estructura central tejida con ramas, llena y de la que comen el toro y el asno. A la derecha está San José, llevando una capa con capucha; su aura es octogonal; los tres halos son distintos para indicar variedad de estados; lleva una vela encendida en su derecha, con la llama al viento, para ver claramente, expresando que Cristo es la Luz, y un bastón de patriarca en la izquierda, con el que anda, levantando la rodilla, y acercándose al Niño.
Esta Natividad austera, con los modelos imprescindibles, presenta el Nacimiento más allá de la acción, para expresar una experiencia espiritual. La Virgen María reza llena de respeto, por lo que está levantada, mientras el Niño se aleja de su cuerpo, naciendo; Él va hacia el pesebre, consumando la Encarnación: será Su lugar, en el mundo y en el que pondrá Su Cuerpo, que es la Iglesia, donde los pastores lo van a encontrar; por Él Dios viene a nosotros, es el Emmanuel, lo contemplaremos de cara, y podrá ser alimento (eucarístico) para Su Pueblo.
De una parte, reza la Madre, que ha acogido el Espíritu de Dios, acabando de dar a luz, de otra adora el que le hace de padre, según el linaje de David, y, todavía, de los animales está atento el toro, simbolizando la actitud abierta de Israel hacia Su Salvador, mientras que el asno está distraído, sin ver al Niño, manifestando su fama estúpida, y también que no todos querrán recibir al que llega.
Cristo es realmente el Señor del Mundo. El “más allá” de Dios no es el más allá de nuestra capacidad de conocimiento. Dios está más allá, en el centro de nuestra vida. La Iglesia no está allí donde fracasa la capacidad humana, en los límites, sino en el centro de la aldea.
Dietrich Bonhoeffer, Carta desde la cárcel, 30 de abril de 1944.