Epifanía, capitel del claustro de la Catedral de Barcelona

Adoración de los Magos, de un capitel del claustro de la Catedral de Barcelona, s. XV.

Le ofrecieron presentes, y lo adoraron

Está la Virgen sentada en el suelo, levantando una rodilla, desde la que sostiene y muestra al Niño desnudo, en un gesto activo y respetuoso, inclinando la cabeza; Él bendice y lleva una aura con la cruz alrededor de la cabeza, que anuncia su muerte. Hay como un tejido que delimita el lugar, destacando los dos modelos. San José está apartado, dormido, recibiendo los avisos del Ángel en sueños (Mt. 1,20-24; 2,13); además, así se expresa que su función es secundaria, él hace de padre del Niño, engendrado por el Espíritu Santo (Mt. 1,20); lleva un bastón, de patriarca: podría ser la vara de Jesé, que manifiesta el linaje davídico de Cristo, según la carne (Is. 11,1), ya que Jesús tiene su genealogía enraizada en la historia de su pueblo (Mt.1,1-17 y Lc. 3, 23-38).

A la izquierda, está el primero de los Magos, o sabios, rindiéndole homenaje (Mt. 1,9-11), arrodillado, habiendo puesto en el suelo, más baja que los pies del Niño, su corona, que parece librarle; no es un poderoso derrocado del solio (Lc. 1,52) sino un humilde, aceptando que hay otro poder, mayor que el suyo, y expresando así la auténtica sabiduría.

La desnudez del Niño manifiesta la plenitud de la Encarnación (es como un hombre cualquiera, Fil 2,7), y lo presenta pobre (Jesucristo, que era rico, se hizo pobre, para que su pobreza os enriqueciera, 2C,8,9); no tiene en cuenta el Evangelio, que lo presenta fajado y con pañales (Lc. 1,12); pero su divinidad, aunque pequeño y desnudo, queda manifiesta en el aura, el único que la lleva, en un contraste muy expresivo.

La composición destaca la presentación del Niño, en un gesto casi litúrgico, anticipando la que se hará en el Templo (Lc. 2,22), ofreciéndolo a la veneración, y la actitud de sumisión del Mago, que es la propia del creyente.

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