Natividad, de Giotto (Capilla Scrovegni)
Giotto, La Natividad, fresco, Capilla Scrovegni, 1305, Padua.
La Palabra se ha encarnado, y habitó entre nosotros.
Una comadrona le presenta al Niño Jesús a su Madre, mirándose ambos por primera vez; su posición es un presentimiento de la que tomarán en el Entierro de Cristo, de la misma Capilla Scrovegni, cuando María mira a Su Hijo por última vez, y llorando, antes de Su sepultura. Están bajo el cobertizo de un establo, porque no han encontrado sitio en la posada (Lc. 2:7); un buey los mira, como si captara algo del Misterio de la Navidad, mientras que un asno está distraído, expresando su fama de bestia estúpida. Las figuras de la Madre y el Niño dan cuerpo a la manifestación del Emmanuel, el Dios con nosotros (Is. 7:14).
San José está dormido, como recibiendo los anuncios del ángel en sueños (acogimiento de María y huida a Egipto, Mt. 1:20); así también se expresa que su intervención es secundaria, haciendo tan sólo de padre adoptivo del Niño, porque la iniciativa de Su venida viene del Espíritu Santo (Mt. 1:18-25); en él se manifiesta que Jesús es del linaje de David (Mt. 1:16).
Arriba, en el cielo, unos ángeles han venido a la tierra para anunciar la Buena Nueva a los pastores (Lc. 2:8-18) que, a la derecha, los escuchan, acercándose a adorar; les acompañan ovejas de sus rebaños que miran hacia el establo; pero, entre ellas, existe una cabra (Mt. 25: 32-33) negra que no quiere mirar: su actitud, su color, y el dibujo de sus cuernos hacen pensar en la presencia del Maligno, ya desde el Nacimiento de Jesús, para oponerse a la Buena Nueva.
Así, Cristo es bien recibido, pero no por todos, simbolizando el asno y la cabra a quienes no querrán escucharlo, por estupidez o maldad manifiesta.