Natividad del Greco, Hospital de la Caridad (Illescas, Toledo)
El Greco, Natividad, óleo sobre lienzo, 1603-1605, Santuario de Nuestra Señora de la Caridad (Illescas, Toledo).
Luz del Mundo
En esta Natividad está el Niño Jesús, recién nacido y desnudo, en movimiento, centrado, sobre un paño blanco irradiando luz, que alcanza plenamente a las dos figuras de Su Madre, a la derecha, con un manto rojo, que manifiesta la Encarnación, y San José, a la izquierda; en el margen izquierdo y está la cabeza del asno y bajo la del buey, viéndose muy bien un cuerno.
El blanco es un elemento fundamental de la imagen; el Niño Jesús está puesto sobre la resplandeciente prenda blanca, manifestando el resplandor de la gloria de Dios (cf. He 1: 3).
El que es la Palabra se hizo hombre, convivió con nosotros (Jn 1:14); aquí es un infante (=que no habla), la debilidad de Dios encarnado: el Incontenible contenido en un cuerpo igual que el nuestro (Fl 2:6-8): Jesucristo, que era de condición divina, no quiso guardarse celosamente su igualdad con Dios, sino que se hizo nada (niño), hasta tomar la condición de Habiéndose parecido a los hombres y considerado como un hombre cualquiera, se bajó y se hizo obediente hasta aceptar la muerte y una muerte de cruz. Al fondo, detrás de la Virgen, está el elemento vertical, que conduce el ojo hacia el centro, donde está el Niño, e indica un lugar, haciéndonos notar que el Mesías vive en nuestras coordenadas de tiempo y espacio, como un hombre cualquiera, del Nacimiento a la Muerte.
La visión de todo el Cuerpo también nos indica no sólo que nos llega un mensaje (la buena nueva del Evangelio), sino realmente (Lc 24:34) todo Dios mismo, en su integridad, del todo revelado (=apocalíptico), desnudo, en una comunicación de persona a persona, como en el diálogo entre Jesús y la Samaritana: Debe venir El Mesías. El Mesías soy yo, el que te habla (Jn 4:25).
El cuerno, tan destacado, representa el poder de Dios que salva, que hace que se levante un Salvador poderoso (Lucas 1:69); resonaba en el Sinaí (Ex 19:16), y sirvió para ungir a David Rey de Israel, del que Jesús, el Mesías, Cristo o Ungido, es descendiente (1Sam 16:1-13).
Y María, que está presente en la fundación de la Iglesia, (Lucas 2:19 y 51) conservaba todos estos recuerdos en su corazón y los meditaba; ella es, para los que contemplamos el icono, el modelo del creyente.