Epifanía, Monasterio de Sant Pere de les Puel·les (Barcelona)
La adoración de los magos (miniatura del Cantoral 12 del Monasterio de Sant Pere de les Puel·les, Barcelona), inicios del s. XVI.
Su alegria fue inmensa
Es una ilustración (o miniatura) de un cantoral, un libro hecho a mano con las obras que se cantan en el coro, durante la liturgia de las Horas. Está espléndidamente enmarcada en dorado, posiblemente con pan de oro, con una decoración de carácter vegetal azul; arriba, a la derecha, se ve parte de una letra, la primera de una palabra.
La imagen presenta la iconografía de la Epifanía (que en griego significa poner encima), siguiendo el Evangelio de Mateo: Los magos han visto la estrella del rey de los judíos que acaba de nacer (2,1); la estrella se paró en el lugar dónde estaba el Niño y ellos, postrados en el suelo, le prestaron su homenaje. Entonces abrieron sus arquetas y le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra (2,9-11). La imagen sigue la caracterización más usual de la Epifanía en Arte.
Al aire libre, está la Virgen, con el Niño en la falda, recibiendo el homenaje de los magos; detrás, a la izquierda, hay un paisaje y, a la derecha, un edificio, como un templete, en el que hay dos figuras: una mujer y una bestia.
La Virgen lleva una túnica rosada (color de la Encarnación) y un manto azul (como Reina del Cielo); el Niño, de pocos meses y presentado como consciente del sentido del acto, se cubre sumariamente con pañales, y acepta los dones; lleva una aura irradiante, diferente de las coronas de los magos, de materiales sólidos, para expresar que es de otra condición.
Los magos vienen de lejos: en el ángulo superior izquierdo hay una estrella, indicando el punto de partida de su viaje para ver al Niño, en oriente; otra estrella, a la derecha, en occidente, junto a la casa, indica que han estado guiados hasta su presencia; van bien vestidos, con ropas exóticas, manifestando así que son de otra nacionalidad; llegados, le presentan su homenaje; el primero que se ha arrodillado se ha sacado su corona, que aún llevan los otros dos, ha dejado su ofenda, en una caja ovalada, a los pies de la Virgen; es un anciano, de barba y pelo bien blancos. Los otros dos esperan su turno; uno es muy joven, todavía sin barba, rubio, se está girando para seguir los pasos del primero, llevando en la mano también la ofrenda, en un pomo; el otro es de edad mediana, con corona diferente, de barba oscura y la ofrenda en una jarra; con la mano libre señala al Niño, que es el motivo de su viaje. El pasaje evangélico manifiesta la obertura de la salvación a todos los pueblos.
El paisaje del fondo hace un término lejano de montañas azules y esfumadas en la distancia; el primer término del paisaje es un prado en el que hay una perdiz. Una baranda de mármol cierra el espacio de la acción, con magos, Virgen y Niño, señalando un término diferente.
En el edificio de la derecha hay una figura, parece que una mujer, conminando, con un dedo de su derecha extendido, un animal blanco que está medio echado, de significado incierto: no todo es positivo en este cuadro de la infancia del Señor y ya la presencia del mal, manifestada en la bestia que se rebela, puede hacerse presente.
La casa es de estilo clásico, con columnas jónicas y un arco de medio punto; sus líneas dan eficazmente la impresión de volumen.
En la imagen resuena el interés por expresar las tres dimensiones de la realidad (perspectiva), muy propio del arte renacentista de la época, usando sólo el ancho y largo del folio, mediante el paisaje, la cerca de mármol y las líneas de la casa.
El trazo es vigoroso, redondeado, adaptado a las posibilidades de un espacio muy pequeño.