El Concierto de los Ángeles y la Natividad, de Grünewald

El concierto de los Ángeles y la Natividad, del Retablo de Isenheim, de Grünewald (1508-1516), 265 X 304 cms, óleo sobre tabla, Museo de Unterlinden, Colmar, Francia.

Hoy nos ha nacido un Salvador, hoy los ángeles cantan en la tierra

A la izquierda hay una construcción, un tabernáculo, a oscuras; dentro, y también en primer plano, hay unos ángeles que hacen música; en el extremo derecho de la construcción, se ve una cortina recogida; también una higuera a contraluz, y la figura de una mujer coronada, con una aureola de luz dorada.

A la derecha, en el exterior, está la Virgen, sentada, que tiene al Niño en los brazos, acercándoselo a la cara; está desnudo y juega con un rosario en sus manos; ella lo tiene en unos pañales blancos y rotos.

A sus pies está la cuna, con la ropa de cama blanca, sobre la que hay un cordón rojo; también hay una aceitera, un vaso de aguas sucias, con letras hebreas, y un balde para bañar al Niño.

Arriba, en el Cielo, más arriba de una montaña, lugar propicio a la manifestación divina, como el Sinaí, está Dios Padre, como Rey, con el cetro y el orbe, rodeado de ángeles y luz dorada, enviando un rayo hacia el Niño; hay más ángeles volando en el Cielo; parece que es de mañana; hay distintos edificios al fondo, como de una ciudad.

La Encarnación es la presencia del Dios del Cielo, que siguiendo en su ámbito, llega a nuestro Mundo, expresado en el paisaje; Él se ha hecho pequeño y muy pobre y humilde, como manifiesta su pañal roto; su humanidad, la sangre que derramará, se simboliza por el cordón rojo de la cuna; con el Emmanuel llega una nueva jornada, por eso la luz es de mañana. Él lava nuestra suciedad (balde para el baño) con su muerte en la cruz (presente en otro panel del retablo): nos unge con los sacramentos (aceitera); el vaso de aguas sucias, con letras hebreas, expresa críticamente los pecados del viejo Israel.

El tabernáculo a oscuras, representa la primera Alianza, ahora ya inútil; la mujer con la corona luminosa puede ser la expresión de la Sabiduría que el Emmanuel tendrá: su luz es idéntica a la de Dios Padre, que lleva atributos reales, pero sin corona, como si hubiera una relación de identidad entre las dos personas, que se complementan. La cortina recogida significa que Dios se ha hecho plenamente visible. La higuera no da fruto y es maldecida por Jesús (Mt. 21,19-21,…),  por lo que está a la sombra, y hace evidente a los que no creen. Los ángeles manifiestan la alegría del Cielo por la Encarnación y veneran al Emmanuel, tal y como lo expresa la antífona del Magnificat de las Segundas Vísperas de Navidad: Hoy nos ha nacido un Salvador, hoy los ángeles cantan en la tierra. Pero entre los ángeles, al fondo, en la oscuridad y a la izquierda, hay uno con plumas de pavo real en la cabeza (símbolo de la Soberbia): es Satanás, el ángel caído en el Mal, que ha quedado decepcionado por el aspecto del Ser Humano y no venera la presencia de Dios en él, hecho a su imagen y semejanza.

Es con gran alegría que ha nacido el Salvador, venido para enfrentarse al mal.

 

 

 

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