Cristo resucitado con los Apóstoles en el Cenáculo

Pantocrátor con los Apóstoles y el Tetramorfos, frontal de altar, pieza de madera maciza, tallada y policromada, 84 X 144 cm; fin del s. XIII; procede de la Iglesia de Santa Margarita, de Benavent de la Conca (Pallars Jussà, Lérida); en el MNAC (Barcelona).

Jesús mismo se presentó en medio de ellos y les dijo: “Paz a vosotros. Yo soy. No tengáis miedo (Lc 24,36 Vg)

Esta imagen decoraba la parte frontal de un altar; en el centro está el Todopoderoso, con una gran aura, vestido de rojo, con un manto dorado, radiante de luz;  está sentado, en Su Majestad, sobre un arco rojo, con el fondo también rojo; lleva un libro en la mano, activo, proyectivo y bendiciendo; su posición sedente también hace referencia al descanso del domingo, día de conmemoración pascual, y a la consumación de los tiempos, que llega en domingo (Ap. 1,10). El resto del espacio está ocupado por dos registros donde están los Doce Apóstoles, vestidos de azul y rojo (los colores que Dios reserva para los ornamentos de sus ministros en el Antiguo Testamento, Ex. 26,1), con halos. Cerca del Todopoderoso están los símbolos de los cuatro evangelios, representados (de izquierda a derecha y de arriba abajo) como un águila (Juan), un león con alas (Marcos), un novillo (Lucas) y un hombre con alas (Mateo). La imagen tiene un marco rectangular, imitando metal dorado, propio de otros frontales ricos, adornado con piedras que quisieran ser preciosas, cerrando también los cuatro espacios donde se disponen los Apóstoles, y hace la mandorla ovalada del Todopoderoso.

Dios es más grande que los otros, activo, el único que lleva el pelo partido con raya en medio, y una buena barba, destacando en el conjunto. Los Apóstoles están de pie, recogidos, excepto los inmediatos al águila y al león, arrodillados; el escultor ha querido diferenciarlos haciéndoles el cabello con variaciones (algunos con rayas) y dando libros y barbas a la mayoría; San Pedro, con las llaves, queda destacado, abajo a la derecha del Todopoderoso; Juan, sin barba, lleva su símbolo (el águila) y está al lado de Dios, porque fue perspicaz, el primer Apóstol en reconocer al Resucitado (Jn 20,8; 21,7); el otros, arrodillado, podría ser Tomás, que manifestó una actitud contraria, pero adorando a Dios después de dudar de la resurrección (Jn 20,28). El color, y el contraste muy evidente de las figuras sobre el fondo que da la talla, otorgan una fuerza corpórea singular y expresiva a la composición.

El libro, visualmente muy destacado, lo sujeta el Todopoderoso con su mano, inmediata a la escritura, como una emanación, indicando que es su verdadera Palabra; dice (en latín: Ihesus autem transiens per medium illorum et dixit eix: pax vobis ego sum deus dixit): El mismo Jesús se presentó enmedio de ellos (Lc 4,30) y les dijo: “Paz a vosotros. Yo soy” (Lc 24,36 Vg, cf. Jn 20,19, también Jn 7,34). Dios ha dicho. Se trata de una composición de citas evangélicas en las que Jesús, sucesivamente, se libera de sus enemigos, que lo querían matar (en la sinagoga de Nazaret), se presenta a los Apóstoles después de su Resurrección, y afirma su identidad; finalmente la expresión Dios ha dicho indica, con un sentido prácticamente litúrgico, el carácter divino de las palabras.

A estas referencias hay que añadir el carácter escatológico del icono de Cristo, con el Tetramorfos (símbolo de los Evangelios), tal como se describe en el Apocalipsis, en su Segunda Venida gloriosa a la consumación de los tiempos (Ap. 4,2-3): aquí el arco sobre el que descansa el Todopoderoso puede simbolizar el arco iris, y el dorado del marco, del manto del Todopoderoso y de la luz de las piedras preciosas, sugerida por las gemas de imitación encastadas en el marco, pueden referirse a la absoluta claridad apocalíptica.

Así, la imagen es una elaboración compleja que presenta la victoria de Cristo sobre el enemigo (la Muerte), Su presencia, resucitado y en paz, en el centro de la Iglesia, con los Apóstoles; también el retorno glorioso para unirse a Su Pueblo, para siempre. La presencia definitiva aquí del Todopoderoso (Yo soy) llega desde aquella primera manifestación del mismo Dios, al inicio de la Historia de la Salvación, en la zarza del Éxodo, hecha para sacar el pueblo esclavo de Egipto (Yo soy el que soy, 3,14). Se consuman así las promesas liberadoras de Dios.

El icono toma su estructura del altar, rectangular, con sus cuatro ángulos y el centro, donde hay grabadas cinco cruces, manifestando las cinco llagas de Cristo; también en el frontal hay cuatro ángulos y el centro, con el Todopoderoso, haciendo patente, también como el altar, la forma de la cruz.

A la vez la composición presenta la Iglesia, simbolizada por los Apóstoles (y con la que se identifica el espectador, expresada mediante el módulo cuadrangular de la pieza), con Su cabeza, Cristo, situado en el corazón de ésta (en un ámbito curvado); de esta manera, con el simbolismo de curvas y rectas, quedan unidas las dos realidades, la humana y del Mundo, donde está la Iglesia, y la divina, que está en el Cielo. El altar es la mesa para la celebración de la Eucaristía, central en la vida de la Iglesia, instituida por Cristo (Yo soy el pan que da la vida, Jn 6,48) acompañado por los Apóstoles; también, en Emaús, en un contexto resurreccional, se da a conocer a unos discípulos al partir el pan, de forma parecida a la eucarística. A la vez, el Cristo apocalíptico trae la memoria del Banquete del Reino, en el que el Todopoderoso comerá con nosotros, si le abrimos (Ap 3,20).

La calidad tan sólida del relieve de este frontal se aparta del carácter a menudo plano de las imágenes románicas, manteniendo su adscripción al estilo: aquí la configurtación resulta de una adaptación de las pinturas propias de los ábsides, con el Todopoderoso en la bóveda y los Apóstoles en el medio  cilindro, en formato plano  y rectangular. El volumen palpable de las figuras es oportuno para presentar la evidencia de la Resurrección, que está también muy viva en los textos.

Este frontal presenta, con una expresión popular, elemental y vigorosa, sin estilizaciones, reforzada por la talla contundente, una iconografía compleja que es una contemplación muy rica y variada  del misterio de la Resurrección.

 

 

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