Atrio con Apóstoles y Santa María del ábside de Sant Climent de Taüll: fundación de la Iglesia.
Ábside Principal de Sant Climent de Taüll, 1123
La Iglesia, construida con piedras escogidas y vivas
La parte más baja del ábside del antiguo monasterio de Sant Climent de Taüll presenta la aparición del Señor Resucitado al alba, junto al Mar de Tiberías, y la fundación de la Iglesia, a partir del Evangelio de San Juan (21, 2-14), en una elaborada síntesis visual, integrando pintura y arquitectura con el ritmo cósmico solar.
La obra tiene dos partes: una que se extiende arriba sobre un cuarto de esfera, con el Todopoderoso y su corte, a la consumación de los tiempos; y otra, debajo, la que aquí se trata, con los Santos; ellos se nos muestran bien próximos, a la altura de los que acuden a esa iglesia: forman parte de la Historia Humana, son como nosotros, y han vivido en unos tiempo y espacio análogos a los nuestros. Aquí, sólo se considera esta parte más baja y como una imagen que posee un sentido completo.
Un atrio de columnas, como en la galería de un claustro, se extiende sobre el sector semicircular inferior del ábside. La columnata tiene siete arcos, número que expresa la perfección, con los Apóstoles y la Virgen, dispuestos a ambos lados de una ventana muy estrecha, abierta a Oriente. A nuestra izquierda está (muy deteriorado) Santo Tomás, señalando con el índice de su derecha al Todopoderoso arriba, seguido de San Bartolomé, con un libro, y de Santa María. A la derecha de la ventana queda San Juan, autor de uno de los cuatro Evangelios, mostrando uno de los libros que escribió, al lado de su hermano Santiago (Jachobe), con otro libro, que contiene su Carta; en el extremo derecho queda otro apóstol sin identificar por el deterioro de esa parte, y aún así viéndosele el dedo índice señalando al Todopoderoso arriba. Es común esta presentación de los Apóstoles en las partes bajas de las pinturas y relieves de las iglesias románicas (ss. XI-XIII), y también en los frontales de los altares.
Atrio con Apóstoles y Santa María, registro inferior del ábside principal de la Iglesia de Sant Climent, Taüll (Alta Ribagorça, Lérida), 1123.
Jesús está con nosotros todos los días, hasta el fin del mundo
Estos Apóstoles se encuentran en el momento fundacional de la Iglesia, a partir del Evangelio de San Juan (21, 2-14): Estaban juntos Simón Pedro, Tomás llamado el Dídimo, Natanael el de Caná de Galilea [=Bartolome], los hijos de Zebedeo [Juan y Santiago], y otros dos de sus discípulos (2); aquí, Pedro cede su lugar a María, que representa la Iglesia.
La narración pone a esos discípulos, que parecen haber olvidado los sucesos de la Muerte y Resurrección del Señor, vueltos a su actividad mundana anterior a su llamamiento por parte de Cristo: ellos han salido a pescar pero aquella noche no pescaron nada (3), inmersos los Apóstoles pescadores a una actividad infructuosa y en la tiniebla de la noche. Es en esta oscuridad en la que Jesús Resucitado aparece para revelarse (Cuando ya iba amaneciendo, se presentó Jesús en la playa, 4), señalando el contraste entre la luz y las tinieblas.
La orientación de la ventana, al Este, integrada en la imagen, permite aplicar la aparición de la luz del Sol al pasaje evangélico, incrementando la intensidad de la experiencia visual; los Apóstoles intentan pescar durante la noche, pero no pescaron nada (3); la llegada de la luz blanca que viene de Oriente (lumen orientalis) causa una epifanía crística, coincidiendo con la aparición de Jesús, primero como un desconocido: mas los discípulos no sabían que era Jesús (4); luego los Apóstoles lo reconocen (sabiendo que era el Señor,12); por eso los Apóstoles de los extremos señalan arriba del ábside, donde Él se encuentra, expresando ya ese reconocimiento. Entonces llega el encargo del Señor a Pedro del cuidado de sus ovejas (15-17), fundando así la Iglesia, después de la Resurrección.
Ábside principal de Sant Climent de Taüll, recibiendo la luz del alba.
La arquitectura pintada en la que se disponen los Santos representa también la Iglesia, de la que ellos son parte, bellamente construida, de piedras bien unidas (Sal. 122,3), y escogidas (Ap. 21, 18-19); está sostenida con columnas, que son, propiamente, los mismos Apóstoles ahora presentes, Santiago y Juan (Ga. 2,9).
Así, el artista ilustra la lección del Evangelio de San Juan, usando una historia de la Resurrección poco explotada por los artistas, identificando a Jesús Resucitado con la luz solar, que llega por la ventana.
Además, el inmutable ritmo cósmico solar pudiera usarse para recordar a la comunidad monástica, que allí se reunía cada día al romper el día para rezar la Hora de Laudes, que, así como siempre sale el Sol, Jesús está con nosotros todos los días, hasta el fin del mundo (cf. Lc. 28,20); de esta manera se establece una relación entre Jesucristo Resucitado y el Sol nuevo (Sol Novus) de cada mañana, porque Dios está con nosotros mañana y tarde y realmente en cada nuevo día (D. Bonhoeffer).