Natividad, Iglesia de Sant Andreu de Sagàs

Natividad, temple sobre tabla, 95 X 83 X 4,5 cm, s. XII, lateral del frontal de altar; Iglesia de Sant Andreu, Sagàs, (El Bergadà), Museo Diocesano de Solsona.

 El Nacimiento

 La imagen forma(va) parte de un conjunto más amplio, de un frontal de altar; nosotros la consideraremos tal cómo nos ha llegado; queda enmarcada por dos cenefas en las bandas, verticales, quizás indicando que sigue por arriba y abajo con otras historias.

Hay cuatro ámbitos, mostrando diferentes situaciones, encajándose en cuatro cuadrados, formando parte del mismo Misterio de la Natividad, y que seguiremos circularmente, de izquierda a derecha.

Arriba, a la izquierda, está el Niño, apartado y destacado; el único de los humanos con aureola, y la cruz, en el comedero (nació su hijo, lo envolvió y lo puso en un pesebre Lc 2,7), con el buey y el asno, a la cabeza y pies; tiene un aspecto adulto, inmóvil, como meditativo; las bestias están animadas, muy atentas. Dios se había quejado de Israel (Is 1, 3): Un toro conoce a su propietario, y un asno el establo (=pesebre) de su amo, pero a mí, Israel no me conoce, mi pueblo me ignora. Ahora el pueblo de Dios ya conoce el pesebre de su Señor, y por eso los animales están atentos.

El Niño tiene el rostro adulto, muy común a los Niños Jesús románicos, manifestando la plenitud de su identidad; es santo (aureola), porque ha bajado del Cielo, y morirá en la cruz, que corona su cabeza. Es el nuevo Adán, concebido como al principio de la Creación, por la libre iniciativa de Dios (El poder del Altísimo te cubrirá con su sombra Lc 1, 35).

Abajo, mayor que el pesebre del Niño, la Virgen está recuperándose del parto; la cama se destaca y crea alguna perspectiva; la colcha destaca su posición yacente, con el borde, que hace una ondulación: es azul (color del cielo) y rojo (la Encarnación); está meditando (María conservaba todos estos recuerdos en su corazón y los meditaba, Lc 2,19 y 51).

También abajo, a la derecha, menos importante, está San José, al lado pero dando la espalda a la Virgen, como sentado y ensimismado, soñando (recibiendo la indicación de llevar al Niño a Egipto): así ha aceptado su posición de padre legal (Lc 4,22), reconociendo que la iniciativa del Nacimiento del Mesías viene de Dios, para salvar de los pecados a su pueblo (Mt 1, 21); el pavimento que pisa es diferente, expresando que está en otro lugar y tiempo (antes de tomar a María, tu esposa, en tu casa Mt 1,20). José recuerda al patriarca del mismo nombre, del Antiguo Testamento, el hijo preferido de Jacob, que también soñaba, vendido por sus hermanos, cumpliendo el designio divino (Gn 37,19, 37,28, 45,5, 50,20 ); aquel primero José irá a Egipto, como Jesús, huyendo de Herodes (escondido como Moisés porque querían matarlo, Ex 2,1-10; 4,19). El anuncio del nacimiento de Jesús sigue también el modelo del Antiguo Testamento, el de Isaac (Gn 17,15-21) y el de Sansón (Jt 13). Así, en la Natividad del Señor las evangelios nos enseñan una correspondencia, y una continuidad, entre la antigua Ley de Israel, y la acción de Dios en las vidas de los patriarcas, y en el Evangelio; también al término de su vida, en la nueva Pascua, habrá esta continuidad y Jesús será inmolado por los pecados del pueblo (Mt 1,21, Jo 11,50-52), como el cordero de la primera, cuando Israel fue liberado del Faraón de Egipto.

Arriba, a la derecha, al término del recorrido circular, y a la altura del Niño, está la cabeza con aura del ángel, única parte de su cuerpo que entra en la imagen, manifestando que es del otro mundo y que llega al nuestro, en espíritu, sin evidencia material, presentándose a María en la Anunciación (Lc 1,26-38); él, moviendo las alas, es activo; en cambio, los humanos protagonistas de la narración tienen una actitud contemplativa.

Los dos elementos que hacen posible la Encarnación son el humano, el linaje de David al que pertenece José, hijo de David (Mt ,1,20), y el divino, la joven que debe dar a luz tendrá un hijo, y le pondrá Emmanuel (que quiere decir Dios con nosotros) (Is 7,14). Ambos esposos reciben la visita del Señor, por medio del ángel o durante un sueño.

Esta Natividad, procedente de Sagàs, presenta el Misterio de la Encarnación, uniendo la historia de la Navidad de Mateo con la de Lucas; pone en el primer término visual y conceptual la prioridad de la obediencia, la actitud receptiva y de recogimiento, de los padres de Jesús, aquí presentados en su esencia más contemplativa, más allá de la acción, que proviene de Dios, expresada por el ángel, y ellos, en su momento, sabrán vivir; el ángel y el Niño, están más arriba, manifestando así su superioridad, significada también por las auras.

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